"... Y como la muñeca era tan linda y costaba sus buenos pesos, la nena nunca pudo jugar con ella. Vistieron a la muñeca de lujo, la encintaron como a una infanta, como a un perro faldero, y la colocaron en el sillón, para admiración de las visitas. Y la nena sólo podía jugar con la muñeca el día que llegaban las visitas. Entonces bajo la mirada severa de las tías o de las parientas, la chiquilina con exceso de precausiones podía tomar a la muñeca entre sus brazos y ver como cerraba los ojos o decía papá y mamá.
Naturalmente, mientras estaban las visitas..."
Acrílicos.
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